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Música y cine invisibles

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¿Se está terminando la era de los soportes ópticos? Repasamos el estado de la memoria sólida y la conectividad en red.

Texto: Alberto Gilabert

Si tuviera que responder, a secas, a la pregunta del titular, la respuesta sería que no. No, no van a desaparecer los soportes ópticos como el CD o el DVD, menos ahora que el Blu-Ray y el HD DVD hacen su entrada en escena. Pero sí, sí es verdad que están apareciendo, cada vez más, nuevos modelos de negocio basados en la distribución de contenidos vía red, es decir, sin necesidad de tener que manejar, físicamente, un soporte. El ejemplo más claro es, sin duda, Apple con su iPod. Cuando presentó su reproductor portátil, consiguió revolucionar el mercado, ofreciendo la oportunidad no sólo de poder llevarnos la música donde quisiéramos, sino de comprarla a través de Internet. Se acabó ir a una tienda y buscar una caja con su disco y su carátula: basta hacer clic en el botón “comprar” y ese disco o, incluso, esa canción, acabarán, en pocos minutos, dentro del disco duro del iPod. Pero también está cambiando la manera de organizar la música e incluso las películas en nuestro hogar. Cada vez es más habitual medir nuestras colecciones ya no en “metros en la estantería”, sino por Gb en el disco duro. Lo mejor de todo es que, si uno quiere, puede convertir su hogar en un auténtico centro de distribución musical y audiovisual. Todo ello sin renunciar, por mal que pese a algunos, a la misma calidad que conseguimos comprando cualquier soporte físico.

Hoy tratamos con señales numéricas (o digitales, como quieran). Información codificada utilizando como referencia el 0 y el 1. Datos que, en el proceso final, previo disfrute, vuelven al terreno “analógico” que, en definitivas cuentas, es el que nuestros oídos y ojos entienden. Pero en todo el proceso nunca dejan de ser eso: 0 y 1.

A raíz de un experimento universitario, el instituo alemán Fraunhofer presentó un sistema de compresión de audio llamado MP3, que se basaba en el estándar MPEG. La idea era facilitar la transición de la radio tradicional a la DAB (Digital Audio Broadcasting). Poco pensaban en ese momento que lo de MP3 llegaría a una tasa de popularidad inmensa. Tanto, que hasta hay quien mal llama “reproductores MP3” a cualquier aparato que, en realidad, es un reproductor de audio basado en disco duro o memoria no volátil. El MP3, sin embargo, cambió la manera en la que compartíamos nuestra música, llegando incluso a dinamitar el negocio tradicional de la distribución musical. Pero este no es el tema de estas páginas.

La versión audiovisual del MP3 llega con el MPEG-4, lo que popularmente llamamos DivX e XviD. Todos permiten lo mismo: comprimir música y vídeo (en definitiva, datos), y reducir de manera considerable su capacidad en disco. Las tasas de compresión pueden llegar a valores de hasta 50:1 o más, aunque, claro está, a más compresión menor calidad. De hecho, todos estos formatos han conseguido, con el tiempo, una fatal publicidad justamente por esa necesidad imperativa de quererlo comprimir todo, cuanto más, mejor. Pero no nos extraña ver, incluso en aparatos de alta gama, que haya reproductores de CD-DA y DVD-Video compatibles con MP3 y DviX. Ya hablamos en esta misma revista del alto potencial de estos formatos (como tantos otros), capaces de reducir considerablemente la capacidad en disco de cualquier archivo con una pérdida de calidad tan ínfima que podríamos decir que es idéntica al original. Y es que, curiosamente, cuanto más nos acercamos al sistema de compresión ideal (el que comprime pero no evoca pérdidas perceptibles de calidad), mayor capacidad obtenemos. Las redes de distribución (Internet) ya alcanzan los megas de bajada, mientras que los discos duros de centenares de Gb apenas cuestan un puñado de euros. Incluso ya no es tan necesario recurrir a esos sistemas de compresión que, en realidad, comprimen algo que estaba comprimido. La digitalización de cualquier onda sinusoidal continua no es más que una compresión, como, por ejemplo, el DVD-Video, que utiliza la compresión MPEG.

Cualquier usuario se da cuenta de que, de pronto, tiene en el disco duro de su ordenador personal una cantidad ingente de música, ya sea descargada de la red, o “digitalizada” desde el soporte físico al disco duro para que, luego, pase al reproductor portátil de turno. ¿Qué se puede hacer con toda la música ahí almacenada? Lo primero es disfrutar de ella en el propio equipo (económico, la mayoría de las veces) donde está el ordenador, y el siguiente paso es comprar unas cajas de música mejores para este mismo propósito. ¿No podríamos, además, convertir nuestro PC en un servidor? Sabemos que sí. Hemos analizado unas cuantas propuestas que facilitan la conectividad entre el PC, el televisor del salón y el equipo de música o A/V. Son dispositivos sencillos que apenas cuestan un par o menos de centenares de euros, y no sólo son “emisores” de contenidos, sino que incluyen una interfaz que facilita gestionar y disfrutar de todo el contenido audiovisual de nuestro PC. Incluso la popularización de la red WiFi (inalámbrica) facilita que un PC situado varias habitaciones distantes del comedor pueda conectarse al televisor sin necesidad de tirar ningún cable. El último aparato que hemos analizado y que permite esto es el Philips SHC8585 que, además, es compatible con la alta definición.

Por otro lado, hay quien cree en la distribución musical sin necesidad de PC. Lo vimos, por ejemplo, en el número anterior, con el sistema Weave de Marantz. Éste utiliza la red eléctrica de nuestra casa para enviar cualquier dato musical a un pequeño receptor “todo integrado”. Un equipo sencillo, pero que abre las puertas a nuevas e interesantes opciones de cara al futuro próximo.

Los datos digitalizados de audio y vídeo no son, por lo general, un problema para cualquier ordenador doméstico actual. Más todavía si tenemos en cuenta que aumentar la capacidad del disco duro de cualquier PC no significa una inversión económica notable. Si aumentamos hasta 1 Tb (1.000 Gb) nuestra memoria, entonces, ¿por qué comprimir? De esta manera podemos mantener la calidad prácticamente intacta de cualquier soporte musical o audiovisual. Además, evitamos complejos procesos matemáticos durante la descompresión, lo que permite, por ejemplo, distribuir no sólo un “hilo musical”, sino varios a tiempo real.

El mercado está inundado de aplicaciones que permiten instalar un equipo de distribución musical en varios puntos de nuestro hogar. En la actualidad es muy fácil poder llenar de música nuestra casa. Incluso así, todos los habitantes de la casa pueden acceder a una completa discografía, ordenada en varios aspectos: artista, tipo, género, duración, listas programadas, aleatorio, etc. A lo sumo, lo único necesario es pasar el CD-DA al disco duro (algo que se puede hacer hasta más de 48x veces el tiempo real), o gestionar de manera eficiente los contenidos que hemos ido comprando a través de la red. Pero ¿qué pasa con el vídeo?

En el número especial de este año, publicamos una reflexión sobre la posibilidad de poder trasladar el PC del

despacho al salón. Así, nos ofrecía la posibilidad de poder tener un centro multimedia muy potente al alcance de cualquier mando a distancia. Ahora la idea es otra, aunque un poco más complicada. La intención es crear una red que permita acceder a varios contenidos de vídeo de buena calidad sin necesidad de soporte físico alguno. Y la idea de hacerlo desde el PC del despacho, por decirlo de alguna manera, no es, ni mucho menos, la única. Imagenio, Ono y otros proveedores de contenidos a través de la red ya ofrecen esta propuesta, que nos está pasando desapercibida. Por ejemplo, la opción “Tribuna” de Imagenio te permite alquilar durante

24 h una película en (supuesta) calidad DVD-Video y disfrutarla, durante ese tiempo, como si realmente la tuviéramos insertada en nuestro lector correspondiente. Todo ello a distancia. El

principal escollo para obtener una videoteca es, como siempre, la capacidad. Un disco DVD-Video de doble capa tiene una capacidad máxima de 9 Gb, o lo que es lo mismo, en un disco duro de 250 Gb nos cabrían “sólo” 30 películas en DVD-Video de doble capa. En realidad serían algunas más (quizá 40) sin compresión debido a que una cosa es la capacidad máxima y la otra, la que se utiliza. Si conseguimos una compresión 2:1 mediante el estándar MPEG-4 (más eficiente que el MPEG-2, es decir, menor capacidad con la misma calidad), doblamos esa cifra llegando al centenar. ¿Nos es suficiente? Para algunos sí, para otros sólo un comienzo. En cualquier caso, otro problema al que nos enfrentamos es a la velocidad de transferencia. Mientras que la música tiene suficiente con tasas de transferencia de hasta

500 kbps, en vídeo esta tasa debería alcanzar los 6-8 Mbps. Las redes inalámbricas tipo WiFi suelen ser insuficientes debido a la corrección de errores y a los problemas propios de este tipo de transmisiones, aunque, recientemente, hemos visto el nacimiento de una red inalámbrica de mayor velocidad. En poco tiempo creemos que cualquier familia podrá instalarse, a un precio asequible, una red inalámbrica en su hogar que sea capaz, como mínimo, de enviar señales SD a 8 Mbps sin pérdidas ni artefactos debidos a los problemas de recepción. Pero mientras solventamos el problema de la capacidad, vale la pena recordar que hay empresas que ya envían vídeo bajo demanda (VOD, video on demand), que no es más que esta anterior idea, pero llevada al extremo comercial. Incluso se está planteando el envío de vídeo en alta definición; Imagenio para el 2007, otras en el mismo periodo.



BLU-RAY Y HD DVD



Uno de los principales problemas que ha generado toda esta evolución tecnológica es la piratería. No vamos a dar coba a un tema preocupante y conocido. Pero curiosamente la piratería será uno de los aceleradores que permitan a los nuevos formatos de vídeo en alta definición mayor popularización.

El motivo es tan sencillo como impedir su distribución masiva gracias a los mismos “problemas” que hemos ido solventando con el paso del tiempo. Si no fuera por la llegada de la red RDSI o por la aceptación masiva del ADSL, que ha facilitado el intercambio de ficheros musicales, hoy en día seguiría siendo tedioso “compartir” archivos de vídeo en alta definición cuya capacidad supera los 25 Gb.

Si se intentan realizar compresiones, toda la “magia” de la alta definición desaparecería, por lo que, en cierto modo, pierde interés. Blu-Ray y HD DVD seguirán siendo soportes físicos durante mucho tiempo, sobre todo si las distribuidoras de cine son lo suficientemente inteligentes como para entender que, ahora, tienen la oportunidad de ofrecer algo diferente basado en la calidad, la suprema calidad de vídeo.

Eso sí, seamos conscientes de que en un futuro más o menos lejano, no sólo podremos adaptar nuestros equipos a la alta definición para que sean compartidos en nuestro hogar, sino que, además, saldrá un nuevo e interesante formato que hará imposible, de nuevo, olvidarnos de los soportes.