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La iluminación

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Uno de los aspectos que deberíamos cuidar de nuestra instalación, incluso en espacios compartidos, es la luz ambiental.

Texto: Alberto Gilabert

Nuestro equipo de cine en casa suele englobar varios dispositivos y elementos: la fuente, el previo, el sistema de amplificación, el visualizador, etc. Desde hace tiempo, hemos aprendido (y hasta cierto punto nos hemos acostumbrado) a controlarlos todos, utilizando un único mando a distancia. Acierto coherente que, gracias a las soluciones existentes en el mercado, ya no dependen del uso de una misma marca.

Pero pregúntense qué control es el único que todavía no tienen asignado al mando a distancia. Repasen, paso a paso, lo que hacen cuando quieren disfrutar de una película: con el mando a distancia encienden, quizá mediante una sola macro, el lector de DVD-Video, despliegan la pantalla, encienden el previo y el receptor de A/V, a la vez que se conmutan automáticamente las entradas y las configuraciones correspondientes, hasta el proyector. Pero al final, se levantan y apagan las luces.

La iluminación es un aspecto muy importante en nuestro equipo, que incide direcamente en la calidad final de visionado. Este artículo no trata sólo de la posibilidad de poder instalar un sistema que regule las luces, utilizando cualquier mando a distancia preparado, sino de los efectos que la luz provoca en nuestro equipo, estado de ánimo incluido.

Ramon Sendra y Javier Guerra, los dos principales expertos de esta revista que suelen analizar sistemas de visualización, suelen incidir en la necesidad de reproducir con la máxima exactitud posible la luz ambiental, cuando nos disponemos a calibrar y a ajustar cualquier televisor o proyector. La sentencia no es gratuita, pues la luz ambiente repercute de manera directa en la relación de contraste y brillo que se ofrecen.

Tampoco es muy habitual que los usuarios tengamos una sala dedicada única y exclusivamente para ver películas. Incluso así, tampoco la utilizamos expresamente para cine, ya que podemos ver un partido de futbol o un programa de televisión, por lo que no tendremos las luces totalmente apagadas.

En la mayoría de los casos, solemos utilizar un único espacio para reunir la familia, el equipo y para disfrutar de la afición. La mayoría de las veces utilizamos el televisor para ver cualquier programa, ya sea a mediodía con toda la luz del sol entrando por la ventana, o de noche, cuando utilizamos la luz artificial.

Incluso aquellos que adoren usar el proyector pueden padecer fatiga visual si disfrutan de él durante varias horas seguidas (más allá que el tiempo de una película convencional). Un poco de luz evita esta fatiga, que suele traducirse en cansancio o dolor de cabeza.



REGULANDO LA LUZ




Puestos a controlar el encendido y apagado de las luces, la proposición tiene en cuenta su regulación. Casi todas (por no decir todas) las lámparas de incandescencia pueden regularse de 0 a 100 de una manera fácil y económica. No así la gran mayoría de fluorescentes, aunque son tipos de iluminación poco habituales en los espacios donde tenemos instalado un equipo. El objetivo no es únicamente permitir apagar y encender las luces desde el mando a distancia (o de manera automática, justo en el momento en el que encendemos el proyector), sino conseguir el ambiente justo en cada situación. Una de las marcas pioneras y conocidas que ha desarrollado varios equipos es Lutron, aunque hoy por hoy existen decenas de alternativas, todas ellas válidas, que ofrecen lo mismo a precios más o menos similares.

Lo habitual es preparar un sistema basado en circuitos. Una vez que tenemos claro que queremos regular la luz, debemos definir qué luz o serie de ellas queremos controlar de manera independiente. Por ejemplo, las lámparas u ojos de buey del techo pueden dividirse en dos o más series. Una de ellas, la que discurre paralela y está más cerca de la pantalla de proyección, se pueden querer tener apagadas siempre, desde el inicio hasta el final de la sesión; mientras que la línea de luces más cercana al espectador primero rebajará su intensidad al 50%, hasta que le demos al play del reproductor: entonces se apagarán. Incluso podremos asignar un botón específico al mando a distancia universal, para que recupere un 15% de esa línea de luces, en el caso que a algún espectador le interesase tener algo de luz, de manera momentanea: una visita al baño o una ayuda para encontrar el refresco. Otra línea podrían ser todas las otras luces de sobremesa, y una cuarta, la que instalaríamos justo detrás del televisor. Instalar estos circuitos en una vivienda activa (donde ya se viva y esté todo instalado), puede resultar complicado, sobre todo si no hay techos falsos, o es imposible (o muy caro) realizar nuevas rozas en la pared. A veces, es posible pasar un nuevo cableado por los tubos coarrugados, por donde está la pareja de cables de corriente que alimentan una luz, o se pueden instalar reguladores independientes, que se pueden controlar vía IR, en las lámparas de pie o sobremesa. Sin duda, lo mejor es plantearse todas estas necesidades antes de cualquier obra o construcción de la sala.

Cada línea de regulación tiene un coste; dicho de otra manera, regular varias luces de forma independiente cuesta más que controlarlas todas a la vez. Creemos que es importante estudiar bien las posibilidades. De hecho, siempre es recomendable dejarse asesorar por un especialista. Aunque el precio de los equipos es idéntico, si lo compramos nosotros mismos, o por medio de un instalador, éste último nos solventará muchas dudas, o conseguirá una instalación todavía más eficiente.

Existen varias soluciones en regulación. En función de los canales o líneas, y la potencia que debe suministrar cada una de ellas, el equipo ocupa más o menos espacio. Es algo en lo que debemos pensar.



LA DOMOTIZACIÓN




Una vez instalado el equipo, deben “programarse” todos los ambientes deseados. Al igual que hacen los iluminadores de espectáculos, es posible crear varias memorias en función de determinados deseos. Al toque de un solo botón, podremos tener la iluminación perfecta para poder ver la televisión cualquier día de la semana, o la más tenue, pero segura, para que, sin tropezarnos, cualquiera pueda cruzar el salón, y nos deje lo suficientemente a oscuras para disfrutar de una película en nuestro televisor de plasma. Hasta es posible incluir un medidor de luz ambiental, que graduará poco a poco el encendido de las luces de nuestro salón, en función de la cantidad de luz solar que entre por nuestras ventanas.

Es curioso observar cómo aquéllos que ya tienen un sistema de estos instalados, apenas conservan todas las luces del salón encendidas al 100%. Además de poder controlar la luz durante el disfrute audiovisual, muchos usuarios encuentran una perfecta manera de poder redecorar su salón, sólo con ajustar correctamente la intensidad de las luces. Penumbras y puntos luminosos ayudan de manera terminante a hacer más acogedora, más grande, más placentera o más segura una habitación. Sólo con regular correctamente las luces.



CALIBRANDO EL EQUIPO




Empezábamos este artículo hablando de la necesidad de tener en cuenta la luz ambiental cuando ajustamos y configuramos el visualizador. En el caso de los proyectores de vídeo, es fácil tenerlo en cuenta ya que, por norma, disfrutaremos de él totalmente a oscuras. Pero no así con los televisores de plasma, LCD, retroproyectores, TRC, etc. Estos aparatos los utilizaremos tanto para ver películas como para disfrutar de los programas de televisión. Normalmente, en este último caso, no somos tan exigentes en cuanto a la calidad de imagen ni a las condiciones ambientales: encendemos el televisor, nos sentamos en el sofá, y punto. Como éste suele ser el uso el uso principal de un televisor, tendemos a “descuidar” el ajuste preciso para el disfrute cinematográfico. De hecho, la mayoría de las veces que nos disponemos a ver una película nos cercioramos de que el equipo funciona, de que las palomitas están bien hechas, y de que estamos sentados cómodamente en el sofá. Pero no siempre de los ajustes del televisor, incluso cuando queremos simular una sala de cine, y apagamos algunas luces.

Quienes sean habituales con el DVE habrán escuchado la recomendación de tener una fuente de luz por detrás de cualquier televisor, con una intensidad alrededor del 20% del nivel máximo de brillo del dispositivo. Ésta es una recomendación que muy poca gente tiene en cuenta, y cuyo objetivo es reducir la fatiga visual, a la que antes hacíamos referencia. Normalmente, tampoco es tan necesario, puesto que la fuerte luz ambiental de nuestras casas soluciona en su totalidad esta necesidad, pero ¿qué pasa cuando apagamos “demasiado” las luces”? Entonces, sí es necesario.

Llevamos tiempo criticando los televisores de LCD, justamente por su justo desarrollo en aplicaciones cinematográficas. Ésta es una revista dedicada al cine en casa, y es en estas circunstancias donde sometemos los equipos a análisis. Los televisores de LCD, en la mayoría de los casos, no sufren tantos problemas cuando la luz ambiental es muy alta y los contenidos a disfrutar “poco exigentes”, en términos cinematográficos. Incluso, ajustados de fábrica, pueden parecer correctos para estas aplicaciones.

Pero, con el cine, nos importa muchísimo un negro profundo y una escala de grises perfectamente desarrollada, algo que choca con el nivel de brillo mediano de un programa de televisión normal (pocas escenas oscuras, poco movimiento, colores muy saturados, etc.). Por suerte, es muy normal encontrar televisores (de cualquier tecnología), que permiten varios ajustes personalizados. Es deseable optimizar el funcionamiento del televisor para ambientes de luz muy altos, y programar otro ajuste para ver las películas. Al cambiar la luz ambiental (al reducir su intensidad) se modifica de manera directa la relación de contraste y brillo que nos ofrece cualquier visualizador. La manera más sencilla de notarlo es con los proyectores: el negro más profundo es aquél que se consigue en la pantalla cuando el proyector proyecta un negro. Esto, que parece tan básico, indica que, si hay una luz encendida, el brillo de ésta que se refleje en la pantalla indicará el negro resultante. Por eso apagamos todas las luces. Lo mismo sucede en un televisor de plasma, LCD, TRC, etc.

Por este motivo, hay televisores que incluyen un sensor de luz que reajusta los valores de brillo y contraste, en función de la luz ambiental. En el caso de que tengamos un sistema que regule las luces, es deseable prescindir del sensor de luz.

En un país tan “luminoso” como el nuestro (de los europeos con más horas del sol diurnas), es aconsejable estudiar dónde colocar el televisor.



COLOCANDO EL TELEVISOR



Nos es relativamente fácil decidir dónde colocar un punto de luz, y que éste no entorpezca la visualización de las imágenes, pero el sol recorre una línea en el espacio constantemente, y es fácil que los haces de luz varíen constantemente a lo largo del día. Incluso cuando no nos es tan importante la luz ambiental, nos vemos obligados, algunas horas al día, a bajar las persianas a causa del sol. Si es posible, estudiaremos cómo el sol “entra” en nuestra casa, analizaremos si realmente nos importa esa luz que entra (puede ser que lo haga en horas en que normalmente nunca estamos en casa), y evitaremos, por ejemplo, que la luz dé en toda la pantalla. Lo mismo con la iluminación artifical de las habitaciones que dan al salón donde tenemos el equipo.



TEMPERATURA DE COLOR



Todos sabemos que el “blanco perfecto” en proyección es el D65, o lo que es lo mismo, un blanco cuya temperatura de color es de 6.500 K. Esto significa que si calentásemos un material negro (0 K es el negro más negro posible), hasta 6.500º el cuerpo emitiría este mismo blanco.

Desgraciadamente, estamos acostumbrados a reconocer como blanco diferentes “blancos” que, en realidad, son mezclas de colores que casi se acercan al blanco. Las luces también tienen temperatura de color: las halógenas son más cálidas que las de descarga (como el xenón de los cohes modernos), y dentro de cada una hay variaciones más o menos notables. Una buena iluminación es aquella que, además, evita el uso indiscriminado de luces cuya temperatura de color es muy dispar. Asimismo, la temperatura de color ambiental incide por igual en la calidad de la imagen en pantalla: en una tienda que esté iluminada con fluorescentes, notaremos que a la imagen le falta rojo, mientras que en otra que base su iluminación con lámparas todavía más frías, el blanco no nos parecerá del todo puro.