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Un PC en el salón: una osadía posible

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Les proponemos ser arriesgados en su instalación: ¿por qué no un ordenador personal multifunción en nuestro salón?

Texto: Alberto Gilabert

Actualmente los grabadores de vídeo digital (el nombre nuevo que le hemos dado a los conocidos “grabadores de DVD”) son muy populares. De hecho, tras una espectacular acogida del lector de DVD-Video ya hace unos cuantos años, el grabador empieza a cobrar protagonismo. Empezó como un dispositivo muy similar a un lector de DVD-Video convencional pero que tenía la capacidad de grabar imágenes de vídeo en un soporte extraíble. Dejando de lado esa tediosa guerra de formatos (que terminó justo cuando se popularizaron los sistemas multi-plataforma), esta alternativa digital al VHS evolucionó, de repente, con la adición del disco duro. Pocos son los que adquieren un grabador sin disco duro. Éste no sólo ha permitido aumentar la capacidad de almacenamiento, sino que dota de más sentido a ese aparato que, la mayoría de las veces, se utiliza sólo para grabar aquellos programas de televisión que no podemos ver en tiempo real.

La profusión de las cámaras digitales, tanto de fotografía como de vídeo, también han hecho evolucionar los grabadores. Siempre los ha habido con puerto IEEE 1394 (FireWare), ahora con zócalos para tarjetas SD, PCMCIA, Memory Stick, etc., e incluso puertos USB. Incluso han adoptado como compatibles muchos de los formatos que parecían estar relegados al campo informático. Pero siempre, o casi siempre, empezamos mirando las fotos en un PC. ¿Y si nos lo llevamos al salón?

Aunque los grabadores de vídeo digital hayan adoptado algunas prestaciones, para entendernos, de origen informático, la versatilidad y potencia de un PC nunca está de más. Muchos somos los que hemos descargado la memoria de nuestra cámara de fotos en el PC, hemos editado algunas cuantas fotos y, finalmente, hemos grabado un CD-ROM con las imágenes más interesantes para terminar viéndolas en el televisor del salón. En el PC de nuestro despacho tenemos disco duro, salidas de vídeo, zócalos USB y para carias tarjetas de memoria, hasta un grabador de CD y DVD. ¿No creen que sería buena idea llevarlo directamente al salón?

A muchos les parecerá una idea descabellada al principio, pero no tanto, o eso espero, cuando hayan leído estas páginas.

Cuando trasteamos la más reciente consola de tercera generación de Microsoft, la Xbox 360, nos dimos cuenta rápidamente de que se trataba de un ordenador, puro y duro, aunque adaptado a las necesidades que demanda una consola de juegos. De hecho, la potencia de cálculo de la Xbox 360 supera con creces el Pentium IV que utilizo para redactar este artículo, debido a que debe generar, en tiempo real, complejos procesos matemáticos para renderizar con toda precisión los complicados escenarios tridimensionales de las aventuras gráficas. La idea, más o menos, es la misma.

La inversión no es tan cara como al principio, suponemos, y muchas de las dudas que ahora seguro os surgen estoy convencido de que estarán solventadas en apenas pocas líneas. No hace falta, tampoco, ser un ingeniero informático, tan sólo seguir a rajatabla algunos consejos prácticos, leerse los libros de instrucciones y, si fuera el caso, dejarse asesorar por alguien especializado (será que no conocemos tiendas informáticas serias).

Aunque la Xbox 360 necesita de un potente procesador gráfico, la verdad es que para nuestro propósito, que luego remarco, basta con cualquier ordenador personal de hoy en día, no una compleja máquina de miles de euros. Nuestra intención tampoco será montar lo que se conoce como HTPC (Home Theater Personal Computer), es decir, un ordenador que se encargue de las complicadas tareas de procesado y escalado de la imagen de vídeo. No. Será una especie de grabador de vídeo digital programable, con gestor y administrador de contenidos, capaz de visualizar películas en modo estándar (e incluso en alta definición, aunque sin llegar a la precisión de un HTPC), funcionar como consola de juegos y, de hecho, llegar hasta donde nuestra imaginación nos deje. La ventaja de un PC también es su escalabilidad.

Como decía antes, el PC es escalable gracias a sus zócalos para tarjetas. Empezaremos por una de las más importantes: la salida de vídeo. A diferencia de los ambientes informáticos lo habitual hoy en día es encontrarse con conexiones tipo HDMI, vídeo por componentes o SCART. En el despacho lo habitual es la salida VGA (el conector de 15 pines) y DVI. DVI y HDMI son compatibles puesto que basta el uso de un adaptador, aunque las salidas DVI no incluyen nunca la salida de audio. Una tarjeta gráfica con salida HDMI permitirá, además, que a través de esta interfaz podamos sacar audio. Pero sigamos con la señal de vídeo. Hay televisores de plasma y LCD (así como proyectores) que llevan una entrada VGA, aunque algunos sólo en el panel frontal. Es la opción más fácil y seguramente, podremos utilizarla por la amplia compatibilidad entre el PC y el televisor que estemos utilizando. Pero tampoco es mala idea optar por una tarjeta gráfica que incluya salida de vídeo digital (DVI o HDMI) o incluso de vídeo por componentes. Normalmente, cuando compramos un ordenador (aunque ya vemos que lo haremos por piezas), lo habitual es encontrarse con una tarjeta básica con salida VGA y, con un poco de suerte, S-Video o vídeo compuesto. Estas dos, debido a la baja calidad que permiten, son poco recomendables.

En cuanto a audio, o bien utilizamos la salida que ofrece la interfaz HDMI (en el caso de que hayamos elegido una tarjeta gráfica con dicha conexión), o recurrimos a las salidas de audio analógico estéreo de la mayoría de tarjetas. Hoy es muy habitual encontrar placas base que incluyen la tarjeta de sonido, tanto en sonido analógico como digital. Esta última salida la podemos utilizar, también, para conectarla a nuestro receptor de A/V, ya sea para que éste convierta las cadenas estéreo (se emiten algunas películas en Dolby Surround) a multicanal, o cuando utilicemos material con audio multicanal digital (por ejemplo, Dolby Digital o DTS) para un sonido envolvente de calidad. Es evidente que en el caso del audio analógico importa el tipo de conversión D/A, algo que normalmente sólo mejoramos con tarjetas de audio dedicadas. Pero es un buen inicio.

Solucionado el tema de las salidas conviene pensar en las entradas. Aquí empezamos a hablar de tarjetas sintonizadoras. En el mercado, por un puñado de euros, podemos agenciarnos cualquier combinación para que la señal de televisión llegue al ordenador. Hay tarjetas sintonizadoras analógicas, digitales, híbridas e incluso para satélite. Lo que es más difícil de conseguir son tarjetas que permitan “controlar” el cambio de programa de los descodificadores tipo Imagenio u Ono. Hay solución para todo. Conseguida una tarjeta sintonizadora preferentemente híbrida (analógica y digital), valdría también la pena conseguir otra que permitiera la entrada de cualquier señal de vídeo a tiempo real (que convierta la señal analógica en una cadena MPEG sin demora de tiempo).

Hay discos duros cada vez de mayor capacidad. Los expertos recomiendan utilizar dos: uno para instalarle todos los programas informáticos necesarios (entre ellos, el sistema operativo) y un segundo, de mayor capacidad, para almacenar en él y en exclusiva los datos de vídeo. Puestos a añadir algo, sólo faltaría el lector (y grabador) de DVD-Video o, por qué no, uno HD DVD o Blu-Ray, que ya los hay.



EL SISTEMA OPERATIVO




Toda esta maquinaria (o hardware) debe controlarse de alguna manera. Aunque en el mercado existen varios sistemas operativos (la mayoría bajo Linux o plataformas similares), el que de momento ofrece una mayor facilidad de operación para el propósito de este artículo es, sin duda, el Windows Media Center, un programa basado en la archiconocida plataforma Windows pero orientada específicamente al objeto que nos preopcupa. Al instalarlo convertimos nuestro PC en un PC Media Center u ordenador personal que centraliza los medios. Este SO (sistema operativo) facilita enormemente la instalación de todo el hardware que antes hemos mencionado pero, todavía mejor, incluye una versátil interfaz gráfica de usuario que favorece la gestión de todos los aspectos que queremos controlar.

El SO no sólo se encarga de hacer funcionar todas las tarjetas y hardware de manera correcta, sino que permite un perfecto entendimiento entre las posibilidades que se ofrecen y los objetivos del usuario. Por ejemplo, al detectar una tarjeta sintonizadora aparece un menú similar al que nos aparecería en nuestro televisor, no sólo para ayudarnos en la sintonización de los programas sino, también, para grabarlos, editarlos y realizar con ellos otras funciones, no menos interesantes, como poder realizar pausas en vivo del programa que estamos viendo en ese momento. Incluye, por ejemplo, una guía de canales gratuita que podemos utilizar como guía de programas (qué están haciendo y qué harán luego), o para programar cualquier grabación de nuestro show preferido.

Además, facilita aspectos como la edición de los archivos de vídeo, su exportación a un soporte extraíble o, incluso, la administración y gestión de una biblioteca musical o fotográfica. Podríamos almacenar todos los CD-DA de nuestra discoteca en el disco duro de nuestro PC, a la vez que podemos realizar listas de reproducción, ordenarlas por tipo, artista, estilo, etc. Además, disfrutaríamos de la música mientras en la pantalla se nos muestra la carátula del disco, algo de información del artista o incluso la letra, información que bajará automáticamente de alguna base de datos de Internet. Las mejoras de este PC audiovisual en comparación con un grabador de vídeo digital convencional dependen en gran medida del usuario. Podríamos encontrar decenas de aspectos clave que decantarían la balanza a favor o en contra de lo comentado. Por ejemplo, habrá quien no quiera complicarse la vida y saber que siempre, absolutamente siempre, tendrá una máquina cuyo sistema operativo nunca se colgará (creo que nadie aseguraría al 100 % que un Windows nunca se cuelga). Pero en cambio, puede ser interesante centralizar todos los archivos audiovisuales de la familia en un único punto y poder repartirlos por toda la casa conectada. Las fotos del viaje de este verano seguirían en el PC del salón, mientras que cualquiera, desde el PC de su habitación o el portátil con conexión WiFi, puede acceder cuando quiera a ellas y disfrutar.

Este equipo “básico” puede mejorarse en mil y un aspectos. Por ejemplo, podríamos cambiar el teclado convencional por uno inalámbrico, lo que nos facilitaría su uso desde cualquier sitio de nuestro salón (sentados cómodamente en el sofá). El ratón puede cambiarse perfectamente por un mando a distancia, del tipo convencional, que haga incluso innecesario el teclado para la mayoría de tareas.

Evidentemente, no es necesaria ninguna pantalla adicional en el salón: basta utilizar el propio televisor.

Seguramente, el principal inconveniente que muchos verán en este tipo de solución es que no quieren un “armatoste” como puede ser un PC en un comedor. Incluso para esto hay una solución. Existen centenares de cajas que convierten cualquier PC en un atractivo aparato, desde los que se asemejan a un reproductor de DVD-Video convencional hasta los que tienen acabados en madera, aluminio y hasta cuero. La imaginación tampoco tiene límite en este campo. Por otro lado, podemos incluir un emisor de infrarrojos para que sea posible, como anunciaba antes, controlar cualquier otra fuente compatible IR (el descodificador de Imagenio, por ejemplo) y facilitarnos grabar cualquier programa sin tenernos que preocupar de dejar el canal sintonizado. ¿Más ejemplos?

Los más intrépidos saltarán del Media Center al HTPC cuando vean el excelente potencial que un ordenador puede ofrecer, habrá quienes prescindan de su lector de DVD-Video (este PC ya tiene el suyo) o los que, incluso, conseguirán que cuando elijan ver una película desde el PC se bajará automáticamente la pantalla de proyección, se encenderá el proyector y se bajarán las luces de la sala. ¿A alguien se le ocurre alguna más?