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Pantallas de proyección: guía orientativa

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Artículo práctico que te ayudará a elegir y encontrar la pantalla de proyección más adecuada para tu instalación.

Texto: Alberto Gilabert

Todas las proyecciones de vídeo deberían hacerse en una pantalla de proyección y, además, que ésta haya sido elegida en función de unos parámetros decisivos. El tamaño, la relación de aspecto, el factor de ganancia o si es fija o móvil son aspectos que deberemos decidir antes de la adquisición de la pantalla, pues inciden directamente en la calidad de la imagen. Es un elemento al que no podemos arrebatarle cualquier protagonismo.

Hoy en día las opciones son numerosas y los costes muy diferentes, igual que pasa con los proyectores de vídeo. Si antes de elegir un proyector hemos pensado mucho en el tipo, precio y utilidad, lo mismo deberíamos hacer con las pantallas.

En el siguiente artículo repasaremos algunas de las características básicas más importantes de las pantallas de vídeo para uso doméstico. Intentaremos que toméis consciencia de las diferencias entre un tipo y otro en aras de no sólo mermar las prestaciones del proyector, sino conseguir explotar de manera eficiente vuestra instalación. Como siempre, nos importa muchísimo que la relación entre el material y el resultado sea el mejor posible.

Durante muchos años las pantallas de proyección que llegaban a nuestros hogares eran las que estaban pensadas para la proyección de diapositivas. Las pantallas eran portátiles y con un alto factor de ganancia, ideales para su propósito pero ineficaces en la proyección de vídeo. Todavía hay quien las utiliza con su proyector de vídeo y se quejan, con cierta lógica, cuando ven que son incapaces de conseguir un buen negro (incluso con proyectores DLP). La razón de ello es el factor de ganancia. Una diapositiva de 35 mm puede ser un soporte visual magnífico, pero los proyectores de diapositivas de entonces no podían equipar una lámpara de alta potencia como las que tenemos hoy en día. Con una pantalla de alta ganancia era posible aumentar la sensación de brillo, aunque para ello perdiésemos ángulo de visión. ¿Alguien sabía qué es el factor de ganancia? Además, la relación de aspecto de un negativo de 35 mm convencional poco tiene que ver con la relación panorámica de las actuales películas cinematográficas (aunque nos vengan en DVD-Video), lo que ya hace inútil esa pantalla de diapositivas portátil: el cambio de esa relación, más o menos cuadrada a la panorámica de la proyección de vídeo, incluso podía hacer que la diagonal fuese muy similar a la que conseguiríamos con un televisor de 42”. No valía la pena. Aunque nos parezca que la pantalla sólo es un trapo blanco colgado de la pared, en realidad es muchísimo más. Veamos algunas de las características más importantes.



RETROPROYECCIÓN



Una elección fácil, sobre todo en las actuales viviendas. Pocas veces hemos prestado especial atención a la proyección posterior (o trasera, es decir, colocando el proyector detrás de la pantalla). Aunque su principal inconveniente es que necesitamos de un (generoso) espacio por detrás de la pantalla, sin duda las ventajas son bien conocidas: el contraste es mejor, el brillo se mantiene y nunca “desaparece” la imagen, incluso cuando alguien pasa rozando la pantalla. Además, cuando nos interese tener algo de luz ambiental en la sala la proyección posterior cobra más sentido: este tipo de pantallas no dejan que la luz que incide por la parte frontal vuelva al espectador, sumándose a la luz que nos ofrece el proyector. Suelen ser pantallas grises para que se mejore el nivel de negros de la imagen. Si elegimos una pantalla posterior fija podemos utilizar no únicamente tela plástica, sino también otros materiales como el plástico rígido o incluso el cristal. Este tipo de pantallas en realidad son como una unión de millares de lentes del tipo fresnel, que recogen la luz que les llega por un lado (posterior), la traspasan intacta al otro lado de la pantalla y la esparcen de manera homogénea para el disfrute del espectador. Así, en función de la calidad de estas “microlentes” tendremos una pantalla con un coste u otro. Además, dependiendo del ángulo de salida de la imagen de cada una de esas lentes podremos incluso incrementar el brillo del proyector, a la vez que reducimos el ángulo de visión. Cuanto más cerrado sea éste, más sensación de brillo tendremos.

Como hemos dicho, el inconveniente principal de las pantallas de retroproyección es la necesidad de un generoso espacio en su parte trasera. Para saber qué espacio necesitamos tendremos que referirnos al proyector, más concretamente, a la lente del proyector. Podemos reducir esta distancia colocando un espejo, algo que hace aumentar la inversión y hacerla algo más compleja.



PANTALLAS FRONTALES



Éstas son las pantallas más conocidas entre los aficionados, no sólo por su amplia variedad, sino también por su mayor abanico de precios: hay pantallas de 1,5 m de base por menos de 100 euros, u otras, mucho mejores, a precios exorbitantes. Hay donde elegir, pero esto no nos exime de seguir atentos a las características de cada una.

¿Portátil o fija? Las ventajas de una pantalla portátil son claras, aunque a cambio pesan más y son más caras. Es importante descubrir si el sistema que se encarga de enrollar o plegar la pantalla asegura que ésta seguirá manteniendo sus características de tensión y uniformidad. Cualquier pliego por falta de tensión, por ejemplo, hará que la imagen proyectada esté distorsionada.

Aunque una pantalla fija evitará, sin duda alguna, que la superficie aparezca doblada o simplemente algo destensada, a cambio tendrá que sucumbir a la degradación ambiental día a día. El humo del tabaco, el polvo o incluso el sol son elementos que la irán desgastando poco a poco. Vale la pena protegerla cuando no la usemos, ya sea mediante cortinas o eligiendo una pantalla fija pero plegable. Éstas suelen enrollar la pantalla hacia arriba, manual o automáticamente, y nos obligan a volver hacia atrás en el quid de premisas que se deben tener en cuenta: ¿es fiable el sistema que enrolla la pantalla? ¿Evitará que ésta se arrugue involuntariamente? Cuando se despliega ¿queda bien tensionada?

Si hemos elegido una pantalla fija enrollable podremos decidir otros aspectos como que sea eléctrica (un motor nos evita tener que estirar de la pantalla) o incluso “automática”: mediante una señal trigger, que puede enviar un aparato de nuestro equipo de cine en casa, la pantalla bajará de manera automática. Incluso al toque de un botón de nuestro mando a distancia universal. Una pijada, sin duda curiosa, pero que aumenta el coste de la instalación. En ambientes domóticos incluso podremos controlar las cortinas y las máscaras. Aunque en una revista como ésta está claro que la relación de aspecto deseada es la 16:9, vale la pena repasar, aunque sea en cuatro líneas, el concepto de máscara. La relación 16:9 es habitual en vídeo, pero no en cine. De hecho no hay casi ninguna producción cinematográfica realizada exactamente en esa relación, sino en otras todavía más panorámicas. Las máscaras son superficies no reflectivas (tela negra) que se pueden ajustar a voluntad; así, la superficie de la pantalla de proyección libre cuadra exactamente con la relación de aspecto del material que se va a proyectar. Las “bandas negras” del proyector incidirán en esa máscara oscura, mientras que la imagen será reflejada por la pantalla. De esta manera conseguimos que la sensación de contraste y brillo sea perfecta.

Elegida la relación de aspecto y saltándonos por un momento el complicado tema de la diagonal, veremos a qué nos referimos con “ganancia”. Aunque la mayoría de los proyectores de vídeo actuales ya tienen una buena tasa de brillo, hay otros, como los de TRC (cada vez menos) a los que les iría bien una ayuda en este tema. O incluso cualquier instalación donde la diagonal sea generosa. Para conseguir un plus en la tasa de brillo podemos aumentarla mediante un tipo de pantalla de proyección que, bañada con material reflectante, ofrezca valores de ganancia superior al 1. Así, una pantalla con un factor de ganancia 1,1 ofrecerá, de media, un 10 % más de brillo a la tasa que ofrezca el proyector, un factor 1,5 que alcanza hasta un 50 %. Pero lo que puede parecer una solución ideal para casi cualquier propósito puede convertirse en un problema.

De igual manera que nadie recomienda una pantalla de diapositivas para ver películas con los proyectores actuales, una alta tasa de ganancia no justificada puede mermar considerablemente la imagen proyectada, incluso hacerla despreciable. La ganancia puede ser una buena solución para proyectores poco luminosos o en diagonales muy grandes.

Otro factor importante es decidir el acabado de la superficie de la pantalla. Empezaremos por el color: blanco, plata o gris. Aunque estamos muy acostumbrados a las pantallas blancas debemos tener en cuenta otras telas. Las pantallas grises y plata son muy adecuadas para los actuales proyectores DLP y LCD. Mediante ellas, sobre todo la base gris, podremos mejorar la percepción del nivel de negro. Al hacerlo, además, mejoramos la sensación de contraste, muy oportuno para el disfrute cinematográfico (donde los detalles oscuros son parte importante del contenido). En cambio, una pantalla gris suele tener un factor de ganancia negativo (alrededor del 0,9), aunque hace ya tiempo que no nos tropezamos con un proyector, incluso asequible, al que le critiquemos su falta de brillo. Hasta podemos encontrarnos con pantallas grises que, aun con un factor de ganancia negativo, mejoran mucho la reproducción de los negros a la vez que mantienen bien las altas luces.

Las instalaciones más ambiciosas sin duda querrán emular un cine comercial. Y estos locales utilizan pantallas perforadas para que el sonido de las cajas acústicas frontales, situadas justo detrás de la pantalla, las traspase reduciendo al mínimo la pérdida de calidad del sonido.



TELA PERFORADA



En una instalación doméstica, y precisamente por tener una diagonal notablemente inferior en comparación con la de un cine, sí se debe tener en cuenta no sólo si es necesaria una pantalla perforada sino también el tamaño del agujero. Puede ser que, con diagonales menores, esos “microagujeros” sean visibles o que evoquen ciertos artefactos. Por suerte, los fabricantes de pantallas están consiguiendo muy buenos resultados en este campo, ofreciendo pantallas perforadas con agujeros lo suficientemente pequeños para que el sonido pueda traspasar sin apenas pérdida de calidad, a la vez que a nuestros ojos las perforaciones pasan desapercibidas.



DIAGONAL



¿Existe una fórmula matemática que nos ayuda a encontrar la diagonal para nuestra instalación? La verdad es que no, aunque hay varias soluciones que nos pueden servir de ayuda. Una de ellas es que la distancia del espectador debe ser 1,5 veces la diagonal de la pantalla. Evidentemente, todo depende también de la forma de la sala (qué espacio hay a lo ancho contando la colocación adecuada de las cajas acústicas), el número de espectadores habituales y su

ubicación y, atención, la del proyector.

Una pantalla demasiado pequeña difícilmente conseguirá la sensación de cine que tanto nos seduce (tendría el mismo resultado que un TV de 50”, por ejemplo). Una pantalla muy grande puede ser un problema de cansancio.

Otro factor que hay que tener en cuenta es la distancia de la pantalla respecto del suelo. Se recomienda un mínimo de 1,2 m (4 pies), lo que permitirá que los espectadores de una segunda supuesta fila puedan seguir viendo toda la imagen, a la vez que, sentados, deja la imagen en nuestro punto de mira habitual. Mucho más arriba nos cansará, pues nos obligamos a subir la cabeza por encima de su posición normal.

Todo lo anterior desaparece cuando se anteponen los deseos del usuario. De la misma manera que en un cine muy vacío encontramos espectadores en casi todo el tercio perpendicular a la pantalla (hay quien le gusta estar delante, otros lo más lejos posible), todo usuario tiene la potestad de instalar su equipo de cine en casa en su hogar como quiera. Lo escrito hasta ahora son sólo unas ideas a modo de guía.