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Retroproyectores: alternativa perfecta

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Hasta hace poco los retroproyectores eran una buena inversión pulgada/precio, ahora, además, ofrecen una calidad sublime.

Texto: Alberto Gilabert

Todos ya reconocemos que el DVD-Video es responsable de que nuestros televisores hayan perdido su aspecto cuadrado y hayan ganado en diagonal. Aunque la señal de teledifusión de siempre todavía sigue siendo omnipresente y, a la vez, inadecuada para todas esas televisiones modernas, la futura televisión digital terrestre y el DVD-Video han justificado totalmente romper con la relación 4:3 y las diagonales inferiores a 29”.

Ha sido tal el éxito que hasta los proyectores de vídeo han llegado a popularizarse, consiguiendo auténticas perlas por menos de 2.000 euros: el verdadero cine en casa. Pero no todo el mundo tiene ese espacio necesario para instalar un proyector o, no menos importante, no dispone del dinero necesario para agenciarse un buen televisor de plasma de 42” o más. ¿Están condenados a no poder seguir esta carrera en diagonal? Hasta hace muy poco, los retroproyectores eran una alternativa económica a los televisores de gran diagonal, pero su calidad estaba muy por debajo de lo que un LCD o un plasma conseguía, aunque el precio fuese la mitad. Pero ahora ya están disponibles retroproyectores igual de económicos (teniendo en cuenta esa relación precio/pulgada) que incluso se están convirtiendo en los favoritos para muchos aficionados. El retroproyector ha pasado de ser ese producto alternativo económico a convertirse en una opción muy seria que hay que tener en cuenta.

La historia del retroproyector actual está condicionada al desarrollo de la tecnología de proyección. No es casualidad que los actuales modelos de alta gama (pero precio contenido) sean desarrollos de compañías que se han comprometido con el campo de la proyección. Dejando de lado alguna excepción muy concreta, nos centraremos como ejemplo en Sony y JVC. Ambas acaban de presentar en nuestro mercado sendas propuestas basadas en sistemas de proyección en tres paneles, cada una de las cuales olvida el tradicional LCD y funciona con sus propios paneles LCoS: Sony apuesta por el SXRD y JVC con sus D-ILA. Ambas son fruto de un extenso I+D a partir del conocido LCD, el mismo que hizo posible el retroproyector “básico”, ese modelo asequible de apenas 2.000 euros pero que era capaz de ofrecer hasta más de 50” de diagonal. Por otro lado, otros fabricantes optaron por el DLP, con paneles de bajas prestaciones pero resultados decentes. El retroproyector no es nada más que un proyector de vídeo asociado a una pantalla de retroproyección. Ésta se diferencia de las convencionales por su capacidad de poder “transportar” la luz que recibe en su parte posterior a la frontal con una mínima pérdida de brillo y enfoque. Durante mucho tiempo, una combinación de lentes y espejos, hasta cierto punto económicos, permitía a todo el mundo conseguir diagonales espectaculares a un precio muy asequible. El secreto estaba en conseguir la mejor “sinergia” entre los diferentes componentes utilizados, a la vez que se reducían al mínimo las opciones de versatilidad. Por ejemplo, la óptica del proyector es fija, ya que no son necesarias opciones como el zoom o el enfoque: de fábrica ya vienen ajustados. Lo mismo con la pantalla y espejos. El resto es un chasis, normalmente de plástico.

Al ir reduciendo sus prestaciones “extras” a favor de un precio más contenido es normal que aparezcan algunos defectos más o menos importantes. Lo hemos visto en algunos de nuestros bancos de prueba. Por ejemplo, al tratarse de un proyector, artefactos como el escalado de vídeo, el sistema de desentrelazado o el efecto arco iris con los sistemas de único panel podían evaluarse como si de un proyector convencional se tratara. Otro de los defectos propios de estos aparatos de baja o media gama era el bajo ángulo de visión.

Este valor especifica cuántos grados a partir del central, la perpendicular de la pantalla, los valores de brillo y contraste permanecen dentro de un margen tolerable. Cuanto más nos alejemos del centro más se reducirá el brillo y el contraste. La razón de ello se debe al diferente uso que hacemos de un proyector y de un retroproyector. Cuando instalamos un proyector en nuestro salón lo utilizaremos básicamente para ver películas y, en este caso, controlaremos muy bien la luz ambiental (es decir, estaremos a oscuras o casi en penumbra). El retroproyector se utiliza como un televisor, por lo que normalmente las luces estarán encendidas, la persiana arriba, etc. Así, el proyector debe tener una tasa de brillo muy alta (lo que a su vez reduce, en cierta manera, la relación de contraste), mientras que la pantalla de retroproyección, si es posible, debe tener un factor de ganancia alto, lo que implica, a cambio, reducir el ángulo de visión.

Aunque en la mayoría de hogares esto no debe suponer un problema, la verdad es que es normal encontrarnos con retroproyectores en los que a 45º ya son notables sus deficiencias. Pero claro, al precio al que lo hemos conseguido pocas veces nos quejamos.

Siempre hemos comentado que para que un proyector funcione bien éste debe recibir una señal de vídeo más que correcta. El procesado de vídeo no es un juego de niños y de él pedimos no sólo un buen escalador sino también un desentrelazador decente, más ahora cuando incluiremos en la cadena un sintonizador de televisión (analógico o digital, tanto da). Al tratarse de un sistema de procesado más o menos complejo está claro que cuanto más caro, mejor; o lo que es lo mismo, un procesado “justito” no encarecerá demasiado el retroproyector.

La desventaja más clara de los retroproyectores es que, justamente, tienen que lidiar con una de las peores señales de vídeo a nuestro alcance: la televisión analógica. Ésta todavía sigue recurriendo a un estándar de teledifusión del siglo pasado, al que queremos darle carpetazo con la futura televisión digital terrestre. Y aunque ya recibamos los canales por TDT (amén de los que nos llegan a través del satélite, teléfono u otro sistema), no escapan de cierta mala calidad debido a las tasas de compresión. Seguramente, el proyector que tenemos instalado en el techo que sólo utilizamos para ver películas del DVD-Video tiene un sistema de procesado de vídeo 10 veces mejor que el retroproyector.



LA NUEVA ERA




La mayoría de las veces que pensamos en comprar un proyector de vídeo la primera duda suele ser entre elegir LCD o DLP. Pocas veces pensamos en otros desarrollos más o menos similares. Empezó JVC con su D-ILA y, recientemente, hemos visto cómo ha salido a la luz el SXRD de Sony. Ambos parten del panel LCD “tradicional”, haciéndolo mejor sobre todo en negros y resolución. Ambas compañías han llegado a un punto de madurez con sus paneles que ya no son exclusivos como lo eran antes (Sony, de hecho, ha llegado a este punto a una velocidad vertiginosa), siendo capaces de presentar auténticas maravillas en retroproyección dignas de un Premio CEC. Aunque todavía no han pasado por nuestras manos, las dos propuestas de cada compañía están cosechando premios y buenas críticas no sólo entre las más prestigiosas publicaciones de todo el mundo, sino también, y mucho más importante, con los usuarios más críticos en imagen.

De esta manera, el mercado de la retroproyección abre una nueva puerta al “televisor de calidad”, incluso siendo compatible con resoluciones Full HD, es decir, 1.080 líneas. Son proyectores de altas prestaciones ajustados para una pantalla que puede exceder las 70”, convirtiendo cualquier salón en un auténtico cine en casa incluso con luz de día.

La diferencia principal es, sin duda, la calidad final: un buen procesado de vídeo, un buen sistema de proyección y una pantalla de altas prestaciones. De esta manera se da carpetazo definitivo a los problemas de antes: nulos reflejos, buen ángulo de visión, procesado decente, excelente escala de grises y colorimetría, etc. Y todo eso sólo por un importe levemente superior al de los tradicionales retroproyectores. Tomemos como ejemplo el KDS-55A2000 de Sony, su más reciente retroproyector de 55” de tecnología SXRD. Su precio es de poco más de 3.000 euros, sensiblemente por debajo de cualquier televisor de plasma o LCD de la misma diagonal. Ofrece una resolución nativa Full HD, es decir, 1.920 x 1.080 píxeles y su relación de contraste, según el fabricante, es de 10.000:1 (con mejora por parte de la función Cinema Black Pro). Todo el procesado de vídeo pasa por la circuitería Bravia Engine PRO, que engloba todos los sistemas de última generación de la japonesa. En cuanto a conexiones nada hay que envidiar: 2 tomas HDMI, 2 conectores SCART, entrada de PC, etc. ¿Diferencias con un LCD? Para empezar, en sus características técnicas se especifica que la velocidad de respuesta es de sólo 2,5 s, es decir, algo menor que cualquier LCD por moderno que sea. Faltaría comprobar (y prometemos hacerlo cuando Sony nos deje una muestra) que la paleta de colores es más o menos correcta que la de cualquier plasma de altas prestaciones. 55” en tan sólo 480 mm de fondo. ¿Qué significa ese medio metro? En la práctica nada. De hecho, sólo podríamos reprocharle que no pueda colgarse de la pared. La mayoría de soportes de los televisores mal llamados planos suelen tener esas dimensiones, por lo que en la práctica ocupan lo mismo que el “culo” de este retroproyector. ¿Peso? Los hay de 39 kg, incluso menos que un 50” de plasma de otro fabricante: dos personas pueden instalarlo en un momento. El mantenimiento es tan sencillo como el de cualquier otro sistema de proyección. Bastará cambiar la lámpara cuando ésta se agote (un procedimiento fácil que depende, en cierta manera, de la pericia del diseñador) y, como es lógico, hay que evitar taponar las entradas y salidas de aire para una correcta refrigeración. ¿Inconvenientes? Pues como el de todos los proyectores: lento en encenderse y se necesitarán varios minutos para que el televisor consiga todos sus valores óptimos en funcionamiento.